Eran las nueve y media de la noche. Marta salía del supermercado donde trabajaba deseosa de llegar a casa, darse una ducha con su gel de aromas favorito y tumbarse en el sofá un rato antes de meterse en la cama. Era una noche de primeros de noviembre, la lluvia no cesaba desde el día anterior, una lluvia fina pero constante. Parecía que siempre había estado allí, que nunca desaparecería.
En el autobús que la llevaba a las afueras de la ciudad de camino a casa, escuchando música con su mp3, sólo deseaba llegar cuanto antes. Había sido un día como todos, la misma gente, las mismas marujas de peluquería quejándose de los precios (Claro, o te peinas, o comes ternera en vez de salchichas. No se puede tener todo en esta vida) Marta se preguntaba cuándo llegaría el día en que pudiera cambiar de vida y dejar de ver las mismas caras, las mismas calles, el mismo día una y otra vez...
Cerró la puerta tras de sí con un suspiro aliviado, esperando que la ducha y un sueño reparador le devolviera la vitalidad para poder comenzar un nuevo día, otro día más, el mismo día de siempre.
Al entrar en el cuarto de baño se miró en el espejo. Se dio cuenta que aquella frente que antes estuviera lisa, lustrosa e iluminada ahora parecía cansada y vieja. Se lo pensó mejor y decidió que un baño de sales y una sesión de limpieza de cutis le vendría mejor, tanto para el cuerpo como para el espíritu.
Mientras llenaba de agua caliente el baño se dispuso a prepararse un bocadillo de "lo que hubiera en la nevera" y una copa de vino, uno de los pocos lujos que su alma sibarita se podía permitir. Dejó la cena en el salón, delante del sofá donde después del baño se pensaba dejar los últimos momentos del día, delante de un televisor que le hacía compañía desde que su novio de toda la vida la dejara (-Tu no tienes la culpa cariño, ya no me llena esta relación y no quiero hacerte daño pero tenemos que dejarlo. Pero prométeme que serás feliz-). ¿Esta era la idea que tenía aquel capullo de la felicidad?
Se desvistió en su dormitorio y se envolvió en una toalla dirigiéndose al baño eligiendo en su mp3 la música que le apetecía escuchar para relajarse en el agua caliente de la bañera, echó un puñado de sales de lavanda y se metió lentamente en el agua, dando un suspiro de alivio. Por unos minutos se desconectaría de la vida real y saldría del baño renovada y dispuesta para seguir su rutinaria vida. Se quedó medio dormida dentro del agua caliente, en la frontera entre el sueño y la vigilia, cuando el tiempo deja de pasar y nada importa, salvo la sensación de estar flotando en una nube, inspirando el perfume sutil de la lavanda que la llevaba a soñar...
Salió de la bañera y se puso la toalla alrededor del cuerpo, pasando por delante del espejo y se miró en él. Aquel cuerpo que antes fuera como una escultura griega ahora se veía ajado por los años y la vida, pero aún retenía algo de su antigua belleza. Terminó la sesión de baño con su loción para el cuerpo favorita y la limpieza de cutis que se prometió. Se dirigió al cajón donde guardaba la lencería para las ocasiones especiales. Hoy quería estar guapa, aunque fuera sólo para ella. Escogió un camisón de raso blanco y se lo puso, disfrutando de cómo le resbalaba por la piel, escuchando el frú-frú que hacía cada vez que se movía. Se puso unas gotas de su perfume preferido y se secó el pelo. Ahora sí estaba lista para cenar. Se acercó a la cocina a coger la botella de vino que había dejado enfriándose en la nevera y regresó al salón donde le esperaba un bocadillo encima de la mesa.
En el televisor, una obra de teatro hacía ya un rato que había comenzado, pero se sabía la historia, así que no importaba. Terminó de comerse el bocadillo y se rebozó en la manta que siempre dejaba al lado del sofá. Le gustaba quedarse dormida allí, con la tele encendida, donde le sorprendía la madrugada la mayoría de las noches. Con la copa de vino encima de la mesa y un cigarrillo en el cenicero, se concentró en la obra que ya pasaba el ecuador de la trama. La había visto muchas veces, pero aún así, aquella obra tenía un "no sé qué" que la atraía, seguía viéndola un año tras otro.
Le dio un trago a la copa de vino y se incorporó para mejor seguir la trama de la obra. En el silencio de la noche, entre el humo del cigarrillo su mirada seguía fija en la pantalla, recitando en voz baja los versos que ya se sabía casi de memoria, de tanto escucharlos. En el reloj de pared del salón daban las doce cuando en la televisión se escuchaba el aldabonazo en la puerta de la calle:
CIUTTI. (Asomando por la ventana.) A nadie se ve. ¿Quién va allá? Nadie responde
La obra, en su momento álgido, la mantenía pendiente de los acontecimientos que allí ocurrían. Mientras tenía fija la mirada en la pantalla vio por el rabillo del ojo cómo una sombra se asomaba por la puerta del salón. Volvió la cabeza con rapidez y no vio nada. Se levantó del sofá y revisó toda la casa, saliendo a la puerta de la calle para mirar a un lado y a otro. -¿Pero, qué estoy haciendo?- Dijo en voz alta, como si así pudiera despejar su mente de esos pensamientos que le asaltaban y, con una risilla nerviosa volvió al sofá, mirando otra vez hacia la puerta antes de sentarse a seguir viendo la obra.
Se oye un segundo aldabonazo, ésta vez, más cerca:
CIUTTI. Que esa aldabada postrera ha sonado en la escalera, no en la puerta de la casa. ¿Qué dices?
Con la copa en la mano, casi tocando sus labios pero sin beber, estaba absorta en las antiguas imágenes en blanco y negro de la pantalla.
JUAN: ¿Qué os ha dado? ¿Pensáis ya que sea el muerto? Mis armas cargué con bala Ciutti, sal a ver quién es.
Volvió otra vez la cabeza hacia la puerta. -¡No puede ser!- la misma sombra se había asomado por segunda vez, pero ahora había distinguido una cabeza de mujer, más que por las facciones, por la suavidad y elegancia de sus movimientos. Ahora si que estaba nerviosa. Más que nerviosa, empezaba a asustarse. Volvió a levantarse y recorrió por segunda vez la casa. Nada. Regresó al sofá y siguió viendo la obra.
Al rato, ya se le había olvidado la visión, en parte obligándose a sí misma a hacerlo, porque no pensar en algo lo hacía como invisible, como irreal.
Llaman a la misma puerta de la escena:
JUAN: ¡Señores! ¿A qué llamar? Los muertos se han de filtrar por la pared; adelante. (La figura de DON GONZALO pasa por la puerta sin abrirla, y sin hacer ruido.)
Miraba la pantalla sin ver, se había quedado como petrificada, ya no quería mirar hacia la puerta. Por el rabillo del ojo había vuelto a ver la sombra, que asomaba por tercera vez, ahora casi medio cuerpo, por la puerta del salón. Apagó el televisor sin terminar de ver la obra y corrió hacia su dormitorio, cerrando la puerta de un golpe, como si quisiera dejar fuera esa presencia que sentía, como si pudiera hacer que una frágil puerta ahuyentara esos pensamientos que la aturdían y hacían que su mente trabajara a marchas forzadas buscando una explicación.
Se metió en la cama, encogida, con la sábana hasta los ojos. Unos ojos que tardaron una eternidad en cerrarse, unos ojos abiertos como platos mirando a la puerta, como esperando que en cualquier momento se abriera y dejara pasar aquello que la aterrorizaba. El sueño y el cansancio la vencieron al filo de la madrugada, cuando se quedó dormida aferrada a la sábana que la protegía.
Esa mañana se despertó pensando en lo que le había ocurrido la noche anterior. A la luz del día las cosas se ven con otro color y se rió de ella misma. -¡Pero qué tonta soy!-. Fue hacia el salón, donde seguía la copa de vino en la mesa, donde la había dejado esa noche. La retiró y se dispuso a desayunar.
Sonó el teléfono y casi se atraganta con el café que se estaba tomando. -¡Mamá, que susto me has dado, no te esperaba!- La voz de su madre sonaba al otro lado de la línea mientras Marta se llevaba a la boca la tostada que se había preparado. -¡No sabes lo que me ha pasado esta noche!-Y le contó la experiencia que había tenido, entre excitada y asustada, dejando que el café se enfriara en la mesa. -¿Sabes que día es hoy?- Preguntó su madre. Marta pensó un poco y cayó en la cuenta. Hoy era 2 de Noviembre, día de Difuntos. Desde que ella recordaba, desde su niñez, acompañada por su madre iba al cementerio a rendir memoria a los difuntos, era un día especial dedicado a las almas de los seres queridos que un día los abandonaron, pero que siempre quedaban en su recuerdo y en sus corazones. En su familia era tradición encender una vela en honor de las almas de los difuntos en la víspera de su día, lo que habían hecho todas las mujeres de la familia desde hacía mucho tiempo, tanto que se perdía en el pasado. -¿Has encendido la vela a los difuntos?- Preguntó su madre, como si ya supiera lo que había sucedido.
Se quedó pensando un momento, sin hablar, mirando fijamente a la pared, con la mirada perdida en el infinito y, colgando el auricular sin responder a su madre que seguía hablando al otro lado, se prometió en silencio que nunca más se le olvidaría encender una vela en la Víspera de Difuntos.
FIN.
miércoles, 11 de marzo de 2009
domingo, 24 de agosto de 2008
La cosastá mu mala (O la desaceleración)
La cosastá mu mala. Por ahí le llaman a esto "desaceleración" aquí lo llamamos ruinaso totá.
Todavía cobro yo lo mismo que en el 2000 cobraba en pesetas, osea, que no llego ni a mileurista.
Ahora, pa comer me tengo que gastar el doble. No digamos de salir por ahi, joer, qué caro me sale el moraso. Antes con mil duros la cogía mortá, ahora con 30 euros ni me entero, a no ser que caiga alguna conviá.
El otro día mirando recetas que me ayudaran a terminar el mes sin mucho gasto me encontré esto:
Ojo, transcripción exacta.
RECETAS DE SUPERVIVENCIA (Cómo comer con lo que hay)
ESTA SEMANA...Dos huevos fritos con papas
INGREDIENTES:
(para una persona)
2 huevos de gallina
Un cuarto kilo de papas de las viejas o de las nuevas
Un cuarto litro de aceite
Un pellizco de sal de dedos normalitos, ni porrúos ni de geyper-man
CACHARROS QUE HACEN FARTA:
Un asartén medianito
Un cuchillo que corte
Una espumaera
Un cacharro con agua
Una cocina que funcione
Un cerillo nuevo con su caja
Un plato
PROCESO:
1. Comprobar que se tiene tó lo antes indicado.
2. En caso de que farte argo, ir a buscarlo.
3. Volver a comprobar que se tiene tó.
4. Lavarse las manos.
5. Coger el cuchillo y empezar a pelar las papas, procurando que quede más parte amarilla junta que en las cáscaras.
6. Cuando ya hemos pelao las papas, o nos hayamos jartao de pelar, cogemos y las cortamos en forma deprismas de seis caras, medianamente regulares y pequeñitos, no vayamos a sacar uno solo de cada papa.
7. Cogemos el cacharro con el agua dentro y echamos las papas pa que vayan esponjando y sortando el armidón.
8. Cogemos el cerillo y lo encendemos, arrimando la parte del fuego a la candela de la cocina. Si la cocina es vitriocirásmica no hace farta.
Si es de butano abrimos la espita de encima de la bombona y le damos al mando de la candela.
El fuego tiene que prenderse. De no ser así, volver a cerrar el butano y apagar el cerillo, que nos podemos quemar los deos.
Repetir hasta que arda.
9. Si todo va bien, ponemos el asartén encima de la candela, con la parte plana por debajo, echándole el aceite dentro, con cuidaíto de que no se desborde.
10. Cuando el aceite empiece a echar humo cogemos un puñao de papas, lo escurrimos, lo ponemos encima de la espumaera y lo depositamos con mimo en el aceite caliente, con cuidaito de los sarpicones.
11. Cuando comprobemos que las papas flotan las sacamos del asartén con la espumaera, escurriendo el aceite, que estará echando burbujitas. Esa es buena señal: Las papas ya están fritas.
12. Dejamos caer las papas ya hechas en el plato, suavemente, y echamos otro puñao de las crúas en el asartén. Así hasta hacerlas toas.
13. Cuando ya hemos acabao con las papas, vamos a por los huevos.
14. Aflojamos la ppotencia del fuego. Si ya estaba en el mínimo hemos podío tardar una hora en freir las papas, pero fritas están.
15. Nos pillamos un huevo. De gallina. Lo cogemos con la mano derecha (Con la izquierda los zurdos y el que quiera) y lo cascamos lateralmente contra el borde del asartén, procurando que caiga lo más posible dentro del asartén.
16. Al indicar "lo más posible" nos referíamos a lo de dentro del huevo, pero no importa. Con el cuchillo nos entretenemos en quitar los cachitos de cáscara que están en el fondo.
17. Con la espumaera le vamos echando aceitito por encima del huevo del asartén, hasta que coge el color característico... o ya nos hemos comío más de la mitá de las papas a base de picotazos.
18. Retiramos el huevo y lo ponemos en el plato, encima de las papas que queden o al laíto.
19. Repetimos la misma operación del 15 al 18 con el otro huevo, procurando que sobreviva alguna papa.
20. Cerramos la espita de la bombona y apagamos el mando de la candela.
21. Le echamos un pellizquito de sal popr encima a lo que haya quedao en el plato y ya está listo pa atacarle por banda.
¡Buen provecho!
GRADO DE DIFICULTAD:
Entre 1 y 3, dependiendo.
RIESGOS:
Quemarse con el cerillo, cortarse con el cuchillo y los sarpicones del aceite.
Todavía cobro yo lo mismo que en el 2000 cobraba en pesetas, osea, que no llego ni a mileurista.
Ahora, pa comer me tengo que gastar el doble. No digamos de salir por ahi, joer, qué caro me sale el moraso. Antes con mil duros la cogía mortá, ahora con 30 euros ni me entero, a no ser que caiga alguna conviá.
El otro día mirando recetas que me ayudaran a terminar el mes sin mucho gasto me encontré esto:
Ojo, transcripción exacta.
RECETAS DE SUPERVIVENCIA (Cómo comer con lo que hay)
ESTA SEMANA...Dos huevos fritos con papas
INGREDIENTES:
(para una persona)
2 huevos de gallina
Un cuarto kilo de papas de las viejas o de las nuevas
Un cuarto litro de aceite
Un pellizco de sal de dedos normalitos, ni porrúos ni de geyper-man
CACHARROS QUE HACEN FARTA:
Un asartén medianito
Un cuchillo que corte
Una espumaera
Un cacharro con agua
Una cocina que funcione
Un cerillo nuevo con su caja
Un plato
PROCESO:
1. Comprobar que se tiene tó lo antes indicado.
2. En caso de que farte argo, ir a buscarlo.
3. Volver a comprobar que se tiene tó.
4. Lavarse las manos.
5. Coger el cuchillo y empezar a pelar las papas, procurando que quede más parte amarilla junta que en las cáscaras.
6. Cuando ya hemos pelao las papas, o nos hayamos jartao de pelar, cogemos y las cortamos en forma deprismas de seis caras, medianamente regulares y pequeñitos, no vayamos a sacar uno solo de cada papa.
7. Cogemos el cacharro con el agua dentro y echamos las papas pa que vayan esponjando y sortando el armidón.
8. Cogemos el cerillo y lo encendemos, arrimando la parte del fuego a la candela de la cocina. Si la cocina es vitriocirásmica no hace farta.
Si es de butano abrimos la espita de encima de la bombona y le damos al mando de la candela.
El fuego tiene que prenderse. De no ser así, volver a cerrar el butano y apagar el cerillo, que nos podemos quemar los deos.
Repetir hasta que arda.
9. Si todo va bien, ponemos el asartén encima de la candela, con la parte plana por debajo, echándole el aceite dentro, con cuidaíto de que no se desborde.
10. Cuando el aceite empiece a echar humo cogemos un puñao de papas, lo escurrimos, lo ponemos encima de la espumaera y lo depositamos con mimo en el aceite caliente, con cuidaito de los sarpicones.
11. Cuando comprobemos que las papas flotan las sacamos del asartén con la espumaera, escurriendo el aceite, que estará echando burbujitas. Esa es buena señal: Las papas ya están fritas.
12. Dejamos caer las papas ya hechas en el plato, suavemente, y echamos otro puñao de las crúas en el asartén. Así hasta hacerlas toas.
13. Cuando ya hemos acabao con las papas, vamos a por los huevos.
14. Aflojamos la ppotencia del fuego. Si ya estaba en el mínimo hemos podío tardar una hora en freir las papas, pero fritas están.
15. Nos pillamos un huevo. De gallina. Lo cogemos con la mano derecha (Con la izquierda los zurdos y el que quiera) y lo cascamos lateralmente contra el borde del asartén, procurando que caiga lo más posible dentro del asartén.
16. Al indicar "lo más posible" nos referíamos a lo de dentro del huevo, pero no importa. Con el cuchillo nos entretenemos en quitar los cachitos de cáscara que están en el fondo.
17. Con la espumaera le vamos echando aceitito por encima del huevo del asartén, hasta que coge el color característico... o ya nos hemos comío más de la mitá de las papas a base de picotazos.
18. Retiramos el huevo y lo ponemos en el plato, encima de las papas que queden o al laíto.
19. Repetimos la misma operación del 15 al 18 con el otro huevo, procurando que sobreviva alguna papa.
20. Cerramos la espita de la bombona y apagamos el mando de la candela.
21. Le echamos un pellizquito de sal popr encima a lo que haya quedao en el plato y ya está listo pa atacarle por banda.
¡Buen provecho!
GRADO DE DIFICULTAD:
Entre 1 y 3, dependiendo.
RIESGOS:
Quemarse con el cerillo, cortarse con el cuchillo y los sarpicones del aceite.
domingo, 20 de julio de 2008
El turismo ya está aqui
Cuando era chica iba con mi familia a la playa de La Caleta, en el centro mismo de mi ciudad. Vivíamos a unas manzanas de allí, así que íbamos andando, cargados con los tiestos y con sólo una camiseta encima del bañador. Eso sí, las chanclas de goma para andar por las rocas que no faltaran. No fuera a ser que nos hiciéramos una raja en la planta del pie buscando burgaíllos y cangrejos moros cuando la marea bajaba.
Era una época en la que el turismo brillaba por su ausencia, en la calle La Palma sólo se veían los pescaores vendiendo sus caballas acabaítas de pescar. Caballas caleteras, a cinco duros las grandes, a tres las chicas.
-Dame dos grandes, que las voy a hacer con fideos pa mañana (No estarán molías, ¿No?)
-Señora, que acabo de bajarme de la barca, todavía con el culo mojao... Si están molías mañana me buscas y te doy cuatro (Bendita chulería viñera).
-Maruja, vete subiendo con los niños y preparales el baño, que voy a tomarme unas chicas y enseguida subo.
-Juanito, que nos conocemos...
Ahora la calle La Palma está llena de mesas que sacan los bares a la calle a la fresquita, adentro no se puede estar, primero por la calor, segundo porque los bares de la viña estan pensados para tomarse una cervecita en la barra y poco más. Mejor fuera.
Yo había escuchado muchas veces a los mayores quejarse de que el turismo estaba en la costa del sol, que se estaban jartando de ganar dinero con los guiris, que si no fuera por el Levante, por el ayuntamiento, por no sé cuántos más culpables, la Tacita sería el paraíso del turismo, pero no.
Aquí no llegaban.
-Pues no se entiende, con el peaso de playa que tenemos, porque no me negarás que la victoria no es un peaso playa. Joer, que son más de siete kilómetros de playa de arena fina. Fina y blanca, que eso no lo hay en ningún lao. Por algo reza en la entrada de la ciudad un cartel gigantesco que reza "La mejor playa del sur".
Pero falta lo principal: Los guiris.
Para ser guiri hacen falta varios requisitos indispensables, a saber: Primero, principal e indispensable, tener un buen fajo, o como dicen aquí, la de Ubrique a rebosar. Segundo, la vestimenta. Hay que ir con una camiseta de esas de "Tol mundo no puede se de Cai, pisha" o "Cuando estuve en Cai me acordé de ti..." Eso si, dos tallas mas grandes o pa las guiris, dos tallas mas pequeñas. La segunda pieza de la vestimenta la compone el pantalón corto ( Bien agarrao por encima de la cintura con la correa, tipo lechuga, bien caídos por debajo de la cadera, enseñando hucha pa los tipos y bermuditas color rosa o amarillo pa las tipas). Prenda indispensable de este personaje son las sandalias de cuero del bueno, calcetines a media espinilla y gorro, cuanto más ridículo, mejor. ¿Esta gente no se mira al espejo? Deberían pedir consejo de estilismo antes de vestirse, pero bueno, si no, no serían guiris. La hechuría, así como la experiencia, es un grado.
Me acuerdo del carnaval sin guiris. Salías a la calle, preparada con tu bolsa de papelillos, serpentinas y tu pito de carnaval. A los niños se les daba el martillo de carnaval. Dichoso martillito que si topaba con tu cabeza por la parte blanda pitaba, pero ay de ti si el niño viraba la dirección, te encajaba el palo en to la cabeza con to sus ganas, dejándote un bollo que ni los del Riancho. (Mierdal niño).
Cada dos por tres te encontrabas comparsas, chirigotas, y demás fauna carnavalera cantando en los portales, en las esquinas, donde fuera.
-¡Vamo a entrá en este güichi que está lleno, cantamos dos o tres letrillas y seguro que alguien nos convía!
Ahora para escuchar una agrupación te tienes que ir a un restaurante y pagar una pasta. Eso si encuentras alguno que haya contratao, porque casi todas salen fuera. Antes se escuchaba ¡Esto es carnaval, esto es carnaval! Pero ahora "Esto no es carnaval", ni mucho menos. Lo han destrozao. Ahora es un mega-botellón con gente disfrazá. Nada más.
Ahora hay turismo, pero seguro que el gaditano echa de menos la época en que no lo había. Ahora hay guiris, pero no se puede tomar una cervecita tranquilo en ningun lado. Ahora hay veraneantes, pero no se puede encontrar un sitio bueno en la playa como no te vayas a las ocho de la mañana. Eso si, el coche te lo metes en los huevos, porque entre la zona azul y los de fuera, a ver donde aparcas. Mejor te vas andando.
El otro día fuí con mi gente a la plaza (Pa los de fuera, el mercado de abastos. De eso ya hablaré otro día) y después de darme un paseíto por los puestos y comprar algo de pescado nos metimos en un bar de una calle algo escondida. Hasta allí llegan, como las cucarachas. Por to los rincones, joer, que conocen Cai mejor que yo.
Pedimos unas cervecitas y unas tapas. Al lado unos guiris. Una de ellas se revuelve en su silla y me pregunta qué se pueden pedir de la lista que esté bueno. Ahí salió mi gaditanismo y le aconsejé que se pidieran unas tapas de cazón en adobo, unas papas aliñás y unas tortillitas de camarones (Gloria bendita).
Cuando llegó el camarero escuché la comanda... mejillones en escabeche y ensaladilla. ¡Qué cabrones!
Era una época en la que el turismo brillaba por su ausencia, en la calle La Palma sólo se veían los pescaores vendiendo sus caballas acabaítas de pescar. Caballas caleteras, a cinco duros las grandes, a tres las chicas.
-Dame dos grandes, que las voy a hacer con fideos pa mañana (No estarán molías, ¿No?)
-Señora, que acabo de bajarme de la barca, todavía con el culo mojao... Si están molías mañana me buscas y te doy cuatro (Bendita chulería viñera).
-Maruja, vete subiendo con los niños y preparales el baño, que voy a tomarme unas chicas y enseguida subo.
-Juanito, que nos conocemos...
Ahora la calle La Palma está llena de mesas que sacan los bares a la calle a la fresquita, adentro no se puede estar, primero por la calor, segundo porque los bares de la viña estan pensados para tomarse una cervecita en la barra y poco más. Mejor fuera.
Yo había escuchado muchas veces a los mayores quejarse de que el turismo estaba en la costa del sol, que se estaban jartando de ganar dinero con los guiris, que si no fuera por el Levante, por el ayuntamiento, por no sé cuántos más culpables, la Tacita sería el paraíso del turismo, pero no.
Aquí no llegaban.
-Pues no se entiende, con el peaso de playa que tenemos, porque no me negarás que la victoria no es un peaso playa. Joer, que son más de siete kilómetros de playa de arena fina. Fina y blanca, que eso no lo hay en ningún lao. Por algo reza en la entrada de la ciudad un cartel gigantesco que reza "La mejor playa del sur".
Pero falta lo principal: Los guiris.
Para ser guiri hacen falta varios requisitos indispensables, a saber: Primero, principal e indispensable, tener un buen fajo, o como dicen aquí, la de Ubrique a rebosar. Segundo, la vestimenta. Hay que ir con una camiseta de esas de "Tol mundo no puede se de Cai, pisha" o "Cuando estuve en Cai me acordé de ti..." Eso si, dos tallas mas grandes o pa las guiris, dos tallas mas pequeñas. La segunda pieza de la vestimenta la compone el pantalón corto ( Bien agarrao por encima de la cintura con la correa, tipo lechuga, bien caídos por debajo de la cadera, enseñando hucha pa los tipos y bermuditas color rosa o amarillo pa las tipas). Prenda indispensable de este personaje son las sandalias de cuero del bueno, calcetines a media espinilla y gorro, cuanto más ridículo, mejor. ¿Esta gente no se mira al espejo? Deberían pedir consejo de estilismo antes de vestirse, pero bueno, si no, no serían guiris. La hechuría, así como la experiencia, es un grado.
Me acuerdo del carnaval sin guiris. Salías a la calle, preparada con tu bolsa de papelillos, serpentinas y tu pito de carnaval. A los niños se les daba el martillo de carnaval. Dichoso martillito que si topaba con tu cabeza por la parte blanda pitaba, pero ay de ti si el niño viraba la dirección, te encajaba el palo en to la cabeza con to sus ganas, dejándote un bollo que ni los del Riancho. (Mierdal niño).
Cada dos por tres te encontrabas comparsas, chirigotas, y demás fauna carnavalera cantando en los portales, en las esquinas, donde fuera.
-¡Vamo a entrá en este güichi que está lleno, cantamos dos o tres letrillas y seguro que alguien nos convía!
Ahora para escuchar una agrupación te tienes que ir a un restaurante y pagar una pasta. Eso si encuentras alguno que haya contratao, porque casi todas salen fuera. Antes se escuchaba ¡Esto es carnaval, esto es carnaval! Pero ahora "Esto no es carnaval", ni mucho menos. Lo han destrozao. Ahora es un mega-botellón con gente disfrazá. Nada más.
Ahora hay turismo, pero seguro que el gaditano echa de menos la época en que no lo había. Ahora hay guiris, pero no se puede tomar una cervecita tranquilo en ningun lado. Ahora hay veraneantes, pero no se puede encontrar un sitio bueno en la playa como no te vayas a las ocho de la mañana. Eso si, el coche te lo metes en los huevos, porque entre la zona azul y los de fuera, a ver donde aparcas. Mejor te vas andando.
El otro día fuí con mi gente a la plaza (Pa los de fuera, el mercado de abastos. De eso ya hablaré otro día) y después de darme un paseíto por los puestos y comprar algo de pescado nos metimos en un bar de una calle algo escondida. Hasta allí llegan, como las cucarachas. Por to los rincones, joer, que conocen Cai mejor que yo.
Pedimos unas cervecitas y unas tapas. Al lado unos guiris. Una de ellas se revuelve en su silla y me pregunta qué se pueden pedir de la lista que esté bueno. Ahí salió mi gaditanismo y le aconsejé que se pidieran unas tapas de cazón en adobo, unas papas aliñás y unas tortillitas de camarones (Gloria bendita).
Cuando llegó el camarero escuché la comanda... mejillones en escabeche y ensaladilla. ¡Qué cabrones!
viernes, 27 de junio de 2008
Ya llegó el verano, ya llegó la fruta...
Ya está aqui. Con lo bien que yo estaba arrebujada en mi edredón, con mis calcetines de felpa, con mi pijama de tejido pirineo y mis zapatillas forradas de borreguillo.
Vivo en un lugar (según dicen algunos, capricho divino) donde el invierno es templado y el verano soportable. Aqui no nieva, no hay interminables jornadas de lluvia, no padecemos riadas, pasamos el invierno con un simple chaquetoncillo (Los hay noveleros que sacan los guantes, la bufanda y el gorro a la que el termómetro baja de los 12 grados, eso si).
Tampoco sufrimos un verano demasiado agobiante, aunque sí agotador. L a culpa la tiene el Levante. Ese dichoso levante que vuelve las cabecitas locas lo mismo que seca la ropa tendida al sol en las encaladas azoteas de mi tierra.
El mismo Levante que seca las humedades que deja el invierno seca tambien el ambiente hasta no dejarme respirar... Tendrá algo que ver mi sinusitis, digo yo.
Ese Levante, abanderado de mi tierra que pelea con el Poniente a ver quien gana la plaza deseada (por mi, que gane el Poniente).
Levante que derrenga los cuerpos hasta que el sol se cansa y se va a dormir, que es cuando las personas como yo, cuasi alérgicas al verano, salimos de nuestros sombreados escondites y tomamos la ciudad.
Qué alegría, pasear por mi ciudad al anochecer, a la fresquita, como decimos aquí, llegar hasta La Caleta siguiendo el olor de la mar, ver anochecer desde la balaustrada y luego regresar por esa Calle de la Palma, sin saber en que terraza sentarte para probar el mar convertido en caballita asá, en choquito frito, en bienmesabe, en morena adobá... Ese tinto de verano: ¡Niño, no me eches mucho hielo en el tinto, que me duele la garganta (dejate de excusas y llénalo)! Esa jarra de cerveza, estratégicamente mantenida en el congelador un ratito, ¡Que bien sabe! Misterios de la vida... la cerveza que me tomo en verano, en terraza, en jarra helada, en buena compañía y, requisito indispensable, a la fresquita de la tarde... ¡No emborracha! Ya te puedes beber las que te apetezca, fresco como una lechuga. Ahora, no se te ocurra seguir la noche con un cubata porque la cagas. Te perdiste. Cebollón asegurao. La calor es lo que tiene.
Para los más osados (Que son la mayoría) sigue la jornada playera, que aquí empieza a las 10 de la mañana, pa coger un buen sitito pa la mesa, las sillas, el par de sombrillas, las dos neveras (Una pa la bebida y otra pa lo demás), poner las toallas de formas que se pille una zona lo bastante extensa como para que no molesten los vecinos, el dominó, los dados y la lotería.
Después de dejar a la tropa en la escalera del paseo marítimo, el cabeza de familia o, en su defecto, el que lleva el coche, se dedica a buscar aparcamiento, librándose así de remolcar los bártulos hasta ese sitio que se ha elegido desde arriba (con una mano en la frente para taparse del sol y la otra en la cadera, pa equilibrar). Después de media hora buscando aparcamiento lo encuentra a tres quilómetros del punto de reunión, lo que implica paradita a medio camino para rehidratarse con una cervecita, la primera de una laaaarga lista.
Cuando llega a la orilla de la playa, a reunirse con la familia, ya está todo montado. Ahora cae el consiguiente chaparrón de quejas... que si hay que ver... que si de la que te has librado... que si qué listo eres...¿Y buscar aparcamiento no tiene mérito? vamos, hombre.
Llegado a este punto, queda una larga jornada llena de tintos de verano, cervezas, pies remojados en la orilla mirando de reojo a las niñas en bikini (es bueno para la circulación. Las niñas no, el agua fría).
A eso de las tres de la tarde y, despues de embotarse de líquidos, toca almorzar. Empiezan a salir tortillas de papa, pimientos aliñaos, filetes empanaos, papas aliñás, aceitunas, ensaladilla, papas fritas, la sandía de 10 kilos que algún valiente se ha atrevido a traer... vamos, pa un regimiento. La mitad siempre va de vuelta pa casa. Ahora, la bebida no, esa cae toda.
Después de comer, como hay que esperar la digestión, se monta la timba en una mesa situada entre las dos sombrillas, con cuidado de que no te de el sol en la espalda, que después cualquiera se acuesta boca arriba. A ver, dominó o dados. Hoy toca dominó. A parejas, que es mas divertido.
Ahora los que ganan tienen el deber de restregárselo a los que pierden, con el consiguiente mosqueo de éstos hasta que alguien dice ¡Al carajo, no juego mas! Y cachondeo general.
A todo esto, los niños comiendo arena, perdiéndose en la orilla, tirando cubos de agua por encima del abuelo que tan tranquilo lleva un buen rato al sol mirando pa la orilla (Ya sabemos), el abuelo cagándose en la madre que parió al niño, la madre que se mea de la risa, el más pequeñin que todavía no ha aprendido que el bañador no lleva dodotis y deja un "regalito", etc, etc.
Tan plácida jornada llega a su fín allá a las siete y media u ocho de la tarde, ahora toca recoger y llegar a la escalera otra vez, para lo que hay que recorrer unos cien metros de ardiente arena, con lo que se llega arriba con los pies escaldaos, más que la espalda. Encima no nos hemos comido la sandía y hay que llevarla de vuelta. Los más listos se apoderan de la nevera vacía (la de las bebidas, claro) y de alguna sillita. El conductor ha salido un cuarto de hora antes (qué listo, la próxima vez conduzco yo) para ir a por el coche, a medio camino, una paradita y un café con hielo. Los demás esperando arriba, con el culo lleno de arena, deseando llegar a casa para ducharse, lo que significa otra pelea por quién entra antes. Primero los niños, joer. Sesión de after-sun, vasito de horchata y descanso en el sofá hasta la hora de acostarse. A los diez minutos todos dormidos, con el pijama de verano puesto y los pelos todavía húmedos. La madre los mira y piensa... ¡angelitos!
Después vuelve a la cruda realidad y mira el fregadero lleno de fiembreras, vasos, platos, la nevera llena de arena, las toallas, los bañadores y piensa...¡me cago en la playa, me cago en el verano, en las vacaciones y en la calor!
Por supuesto, el padre se ha quedado abajo en el bar, porque están echando por la tele la final del trofeo y no se la va a perder... Luego subo, en cuanto termine el partido (Tiempo suficiente para que ya esté todo limpio y en su sitio).
Luego subirá cuando los niños ya estén acostados y con ganas de juerga, pa celebrar que su equipo ha ganado. ¡Pa juergas estoy yo! Anda, date la vuelta y hasta mañana, sieso.
Vivo en un lugar (según dicen algunos, capricho divino) donde el invierno es templado y el verano soportable. Aqui no nieva, no hay interminables jornadas de lluvia, no padecemos riadas, pasamos el invierno con un simple chaquetoncillo (Los hay noveleros que sacan los guantes, la bufanda y el gorro a la que el termómetro baja de los 12 grados, eso si).
Tampoco sufrimos un verano demasiado agobiante, aunque sí agotador. L a culpa la tiene el Levante. Ese dichoso levante que vuelve las cabecitas locas lo mismo que seca la ropa tendida al sol en las encaladas azoteas de mi tierra.
El mismo Levante que seca las humedades que deja el invierno seca tambien el ambiente hasta no dejarme respirar... Tendrá algo que ver mi sinusitis, digo yo.
Ese Levante, abanderado de mi tierra que pelea con el Poniente a ver quien gana la plaza deseada (por mi, que gane el Poniente).
Levante que derrenga los cuerpos hasta que el sol se cansa y se va a dormir, que es cuando las personas como yo, cuasi alérgicas al verano, salimos de nuestros sombreados escondites y tomamos la ciudad.
Qué alegría, pasear por mi ciudad al anochecer, a la fresquita, como decimos aquí, llegar hasta La Caleta siguiendo el olor de la mar, ver anochecer desde la balaustrada y luego regresar por esa Calle de la Palma, sin saber en que terraza sentarte para probar el mar convertido en caballita asá, en choquito frito, en bienmesabe, en morena adobá... Ese tinto de verano: ¡Niño, no me eches mucho hielo en el tinto, que me duele la garganta (dejate de excusas y llénalo)! Esa jarra de cerveza, estratégicamente mantenida en el congelador un ratito, ¡Que bien sabe! Misterios de la vida... la cerveza que me tomo en verano, en terraza, en jarra helada, en buena compañía y, requisito indispensable, a la fresquita de la tarde... ¡No emborracha! Ya te puedes beber las que te apetezca, fresco como una lechuga. Ahora, no se te ocurra seguir la noche con un cubata porque la cagas. Te perdiste. Cebollón asegurao. La calor es lo que tiene.
Para los más osados (Que son la mayoría) sigue la jornada playera, que aquí empieza a las 10 de la mañana, pa coger un buen sitito pa la mesa, las sillas, el par de sombrillas, las dos neveras (Una pa la bebida y otra pa lo demás), poner las toallas de formas que se pille una zona lo bastante extensa como para que no molesten los vecinos, el dominó, los dados y la lotería.
Después de dejar a la tropa en la escalera del paseo marítimo, el cabeza de familia o, en su defecto, el que lleva el coche, se dedica a buscar aparcamiento, librándose así de remolcar los bártulos hasta ese sitio que se ha elegido desde arriba (con una mano en la frente para taparse del sol y la otra en la cadera, pa equilibrar). Después de media hora buscando aparcamiento lo encuentra a tres quilómetros del punto de reunión, lo que implica paradita a medio camino para rehidratarse con una cervecita, la primera de una laaaarga lista.
Cuando llega a la orilla de la playa, a reunirse con la familia, ya está todo montado. Ahora cae el consiguiente chaparrón de quejas... que si hay que ver... que si de la que te has librado... que si qué listo eres...¿Y buscar aparcamiento no tiene mérito? vamos, hombre.
Llegado a este punto, queda una larga jornada llena de tintos de verano, cervezas, pies remojados en la orilla mirando de reojo a las niñas en bikini (es bueno para la circulación. Las niñas no, el agua fría).
A eso de las tres de la tarde y, despues de embotarse de líquidos, toca almorzar. Empiezan a salir tortillas de papa, pimientos aliñaos, filetes empanaos, papas aliñás, aceitunas, ensaladilla, papas fritas, la sandía de 10 kilos que algún valiente se ha atrevido a traer... vamos, pa un regimiento. La mitad siempre va de vuelta pa casa. Ahora, la bebida no, esa cae toda.
Después de comer, como hay que esperar la digestión, se monta la timba en una mesa situada entre las dos sombrillas, con cuidado de que no te de el sol en la espalda, que después cualquiera se acuesta boca arriba. A ver, dominó o dados. Hoy toca dominó. A parejas, que es mas divertido.
Ahora los que ganan tienen el deber de restregárselo a los que pierden, con el consiguiente mosqueo de éstos hasta que alguien dice ¡Al carajo, no juego mas! Y cachondeo general.
A todo esto, los niños comiendo arena, perdiéndose en la orilla, tirando cubos de agua por encima del abuelo que tan tranquilo lleva un buen rato al sol mirando pa la orilla (Ya sabemos), el abuelo cagándose en la madre que parió al niño, la madre que se mea de la risa, el más pequeñin que todavía no ha aprendido que el bañador no lleva dodotis y deja un "regalito", etc, etc.
Tan plácida jornada llega a su fín allá a las siete y media u ocho de la tarde, ahora toca recoger y llegar a la escalera otra vez, para lo que hay que recorrer unos cien metros de ardiente arena, con lo que se llega arriba con los pies escaldaos, más que la espalda. Encima no nos hemos comido la sandía y hay que llevarla de vuelta. Los más listos se apoderan de la nevera vacía (la de las bebidas, claro) y de alguna sillita. El conductor ha salido un cuarto de hora antes (qué listo, la próxima vez conduzco yo) para ir a por el coche, a medio camino, una paradita y un café con hielo. Los demás esperando arriba, con el culo lleno de arena, deseando llegar a casa para ducharse, lo que significa otra pelea por quién entra antes. Primero los niños, joer. Sesión de after-sun, vasito de horchata y descanso en el sofá hasta la hora de acostarse. A los diez minutos todos dormidos, con el pijama de verano puesto y los pelos todavía húmedos. La madre los mira y piensa... ¡angelitos!
Después vuelve a la cruda realidad y mira el fregadero lleno de fiembreras, vasos, platos, la nevera llena de arena, las toallas, los bañadores y piensa...¡me cago en la playa, me cago en el verano, en las vacaciones y en la calor!
Por supuesto, el padre se ha quedado abajo en el bar, porque están echando por la tele la final del trofeo y no se la va a perder... Luego subo, en cuanto termine el partido (Tiempo suficiente para que ya esté todo limpio y en su sitio).
Luego subirá cuando los niños ya estén acostados y con ganas de juerga, pa celebrar que su equipo ha ganado. ¡Pa juergas estoy yo! Anda, date la vuelta y hasta mañana, sieso.
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